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Francisco Luis Bernárdez

Uno de los grandes referentes de la literatura poética hispanoamericana es Francisco Luis Bernárdez, y a su vez fue diplomático argentino.


Quien fue Francisco Luis Bernárdez

Francisco Luis Bernárdez nació en Buenos Aires. 

(Buenos Aires, 5 de octubre, 1900 - Buenos Aires, 24 de octubre de 1978)

Era hijo de padres españoles, llamados Francisco Bernárdez González, de Carballiño (Ourense), empresario, y de Concepción Martínez Cerdeira, maestra, de Santiago, dos emigrantes que tenían una sólida posición económica y cinco hijos: Adelaida, Francisco, Federico, Enrique y Ricardo.1​ Sus abuelos paternos eran oriundos de la villa gallega de Maside, por lo que como muchos argentinos, posee ascendencia gallega.2​3​ De su abuela aprendió la lengua gallega, idioma en el que dio sus primeros pasos como escritor.

Tuvo por hermana menor a la también escritora y traductora argentina Aurora Bernárdez (Buenos Aires, 1920-París, 2014), primera esposa y albacea testamentaria de Julio Cortázar.5​ A los veinte años Francisco viajó a la patria de sus ancestros. Vivió en España desde 1920 hasta 1924, donde leía a los poetas modernistas que lo influenciaron en sus primeros libros. Trabajó como periodista en Vigo, donde fue redactor de "Pueblo gallego". Allí se relacionó con figuras como Ramón María del Valle-Inclán, los hermanos Antonio y Manuel Machado, y Juan Ramón Jiménez. También se radicó por un breve período en Portugal.


Francisco Luis Bernárdez en desempeño literario y diplomático

Luego, trabajó en el diario La Nación. Desde 1928 escribió para la revista Criterio, en la que habían participado o participarían literatos de renombre, como G. K. Chesterton, Baldomero Fernández Moreno, Gabriela Mistral, y Jorge Luis Borges, entre otros.8​ Además, integró el grupo fundador del diario El Mundo.


En 1937, fue nombrado secretario público de la Biblioteca Municipal «Miguel Cané» en el barrio de Boedo, e hizo ingresar a Jorge Luis Borges, quien trabajaría como auxiliar catalogador entre 1937 y 1946.6​ Esa biblioteca, decana de las bibliotecas públicas de la Ciudad de Buenos Aires, ganaría más tarde fama internacional por ser el primer puesto público en que Borges trabajó y escribió.9​


Ya escritor con tonos netamente cristianos, participó -al igual que el escritor Leopoldo Marechal y el pintor Ballester Peña- de Convivio, encuentro de artistas cristianos que constituyó el marco para debatir diferentes aspectos y problemas del arte en sus variadas manifestaciones.10​ Asimismo, participó en la publicación homónima. Leopoldo Marechal y Francisco Luis Bernárdez eran muy amigos, tal como lo refiere Marcelo Sánchez Sorondo:

Nos habíamos conocido [con Bernárdez] en las postrimerías de la década del 30 en las tertulias de la librería de Enrique Lagos cuyos anaqueles se apilaban en el subsuelo próximo a la entrada de la amplia casona de la calle Reconquista donde tenían su sede los Cursos de Cultura Católica. [...] Francisco Luis Bernárdez y Leopoldo Marechal que reinaban con idéntico esplendor en el Olimpo de las letras eran por entonces amigos inseparables. A ciertas horas de la tarde, vecinas de la noche, era imposible encontrarse con uno sin toparse con el otro. [...] Nos reuníamos en los cursos y desde allí nos encaminábamos a un boliche situado también en la calle Reconquista cuyo nombre, de maravilla musical y ecuestre -La Corneta del Cazador- al punto sugería el vuelo vertical, en estampida, de halcones y azores empedernidos tras la presa... Allí, en ese bodegón de reminiscencias venatorias nos sentábamos a la mesa los tres. Y mientras Marechal con su cabeza leonina, su pipa soñadora y su mirada en lontananza, optaba por el mutismo complaciente, Paco Bernárdez con su voz desnuda, casi metálica, que se prestaba al sarcasmo, refería anécdotas chispeantes...


 En 1944, asumió en la recién creada Subsecretaría Nacional de Cultura como director general de Cultura Intelectual, al tiempo que Leopoldo Marechal era designado director general de Cultura Estética en la misma Subsecretaría. Entre 1944 y 1950, Bernárdez fue director general de Bibliotecas Públicas Municipales. En 1945, junto con Vicente Barbieri, Leónidas Barletta, Ricardo Molinari y Adolfo Bioy Casares, conformó el jurado que galardonó con el primer premio de prosa de la Municipalidad de Buenos Aires a la obra Uno y el Universo, primer ensayo publicado por Ernesto Sabato.12​


Fue ministro de Procedimientos Públicos. Cuatro años más tarde ingresó a la Academia Argentina de Letras como académico de número.13​ Allí ocupó el sillón n.º 10: «Carlos Guido y Spano».

Luego del golpe de Estado de 1955, fue incorporado al servicio extranjero de Argentina, como embajador en Madrid, hasta 1960. Se jubiló como ministro plenipotenciario. En sus últimos años quedó ciego, aunque conservó siempre su actitud jovial y entusiasta y su amor por las letras.


Obra poética de Francisco Luis Bernárdez

Antología Poética


Al lector


De Alcándara


Alcándara


Elegía de Adelaida


Soneto con sordina


Responso en bronce mayor


Fruto


Antonio Machado


Cielo y río


Juan Ramón Jiménez


Ausencia


Idilio


Los gozos de doña Ermita


Hogar


Metáforas de los almendros


La ventana


Epitafio a una mano de labrador


Fragmentos de El buque


(1935)

De Cielo de tierra


(1937)

Palabras a una cruz de palo


Soneto de la Encarnación


Rosario al pan de centeno


Soneto al Niño Dios


Oración por el alma de un niño montañés


Soneto de la unidad del alma


Amor antiguo


Soneto interior


La niña que sabía dibujar el mundo


Alegoría pausada


Soneto del Dulce Nombre


Nocturno


Estampa de San Martín de Tours, patrón de Buenos Aires


Homenaje a Garcilaso


Oración a Nuestra Señora de los Buenos Aires


Soneto de Córdoba


Romance de la niña cordobesa


Soneto ausente


Luna de La Calera


Poema de las cuatro fechas


Soneto


De La ciudad sin Laura


(1938)

La ciudad sin Laura


Soneto unitivo


La noche


Romance


Estar enamorado


Soneto lejano


De Poemas elementales


(1942)

La tierra


La lágrima


El viento


La hoguera


El hombre


La doncella


El silencio


El niño


La patria


De Poemas de carne y hueso


(1943)

El hijo


Soneto a Mozart


Canción de cuna


Alguien


Las nubes


Navidad


Poema de las materias sagradas


Versos de la Semana Mayor


La bandera


Soneto a la Asunción de la Santísima Virgen


El charquito


Canción de otoño


El espinillo


Nocturno


El libertador


De El ruiseñor


(1945)

El ruiseñor


Soneto a Bach


Agua y fuego


Soneto a Hændel


La luna


Canciones paternales


Los Reyes Magos


Oración a San Isidro Labrador


Estampa de San Juan de la Cruz


Oración a Santa Teresa del Niño Jesús


San Francisco


Canciones Cristianas


La lluvia


Soneto a Beethoven


La paz


Soneto a Schumann


El bosque


Soneto a Chopin


Otros poemas


Soneto a Palestrina


Nochebuena


Soneto a la Natividad de la Santísima Virgen


Poema del pan eucarístico


Soneto del viento


La ascensión


Soneto a Gluck


Ultraísmo y posmodernidad en su poesía

Sus primeros trabajos fueron Orto (1922), Bazar (1922) y Kindergarten (1924) , escritos siguiendo los principios del ultraísmo. Junto con Alcándara (1935), lo conectaron a la era postmodernista, pero en esta última obra ya comienza a diluirse el ultraismo para aparecer pinceladas de lo que sería más tarde su barroquismo conceptuoso y original.

Espiritualidad y amor en su obra poética

Desde la publicación de El buque (1935), trató temas de espiritualidad con el estilo clásico de Paul Claudel y Charles Péguy. Esta nueva fase fue representada por trabajos como Cielo de tierra (1937) —que incluía su soneto que iniciaba con las palabras Si para recobrar lo recobrado—, La ciudad sin Laura (1938) -inspirada en la persona de su propia esposa-, Poemas elementales (1942), Poemas de carne y hueso (1943), El ruiseñor (1945), Las estrellas (1947), El ángel de la guarda (1949), Poemas nacionales (1950), La flor (1951), Tres poemas católicos (1959), Poemas de cada día (1963) y La copa de agua (1963).

Madurez con tono romántico y lírico

Su obra poética se identificó por un tono lírico y romántico, influido por los poetas místicos, pero conservando su forma particular de enfocar la belleza de la vida, con un canto de serena fluencia. Bernárdez es uno de los muy escasos poetas argentinos que asumió el catolicismo en su creación.

Se caracterizó por la belleza de sus sonetos, por sus poemas de extenso metro (fue creador de un verso de 22 sílabas), y por su profundidad filosófica (por ejemplo, en La noche). Su traducción poética de los himnos litúrgicos del Breviario Romano, que aún hoy se rezan en algunos conventos argentinos,10​ y sus trabajos en prosa, casi todos verdaderamente poéticos, completan la obra de este notable escritor argentino.


La ciudad sin Laura (poema de 1938 y libro dedicado a su ex esposa)

La ciudad sin Laura


En la ciudad callada y sola mi voz despierta una profunda resonancia.
Mientras la noche va creciendo pronuncio un nombre y este nombre me acompaña.
La soledad es poderosa pero sucumbe ante mi voz enamorada.
No puede haber nada tan fuerte como una voz cuando esa voz es la del alma.
En el sonido con que suena siento el sonido de una música lejana.
Y en la energía que la mueve siento el calor de una remota llamarada.
Porque mi voz es una vaga reminiscencia de la música sin causa.
Porque mi amor es una chispa de aquella hoguera que eterniza lo que abrasa.
Para poblar este desierto me basta y sobra con decir una palabra.
El dulce nombre que pronuncio para poblar este desierto es el de Laura.

Las cosas son inteligibles porque este nombre de mujer las ilumina.
Porque este nombre las arranca de las tinieblas en que estaban sumergidas.
Una por una recuperan su resplandor espiritual y resucitan.
Una por una se levantan con el candor y la belleza que tenían.
La obscuridad desaparece mientras el sueño silencioso se disipa.

Por este nombre de los nombres hasta la muerte sin palabras tiene vida.
Ya no resuena entre las cosas el gran torrente de las noches y los días.
El tiempo calla y se detiene para escuchar esta perfecta melodía.
Mi vida entera permanece porque este nombre que recuerdo no me olvida.
Porque este nombre me sostiene con emoción desde su tierna lejanía.

Cuando mi boca lo ignoraba, la soledad era más honda que el silencio.
Cuando mi boca estaba muda, mi corazón era invisible como el viento.
Se conocía que vivía por la canción que lo tenía prisionero.
Pero vivía en otro mundo; para las cosas de este mundo estaba muerto.
La pesadumbre de las horas era más íntima que nunca en aquel tiempo.
Porque las noches eran largas; porque los días de las noches eran lentos.
La tierra estaba más obscura porque faltaban las estrellas en el cielo.
El manantial de donde brota la luz que alumbra el corazón estaba seco.
¿Qué hubiera sido de mi vida sin este nombre que pronuncio en el desierto?
¿Qué hubiera sido de mi vida sin este amor que me acompaña desde lejos?

Lejos está la dulce causa del corazón, de la cabeza y de la mano.
Pero su ausencia es la del río, que con la fuente que lo llora vive atado.
Nunca he sentido como ahora la vecindad de la mujer que estoy cantando.

Cuando el amor está presente no puede haber nada escondido ni lejano.
La luz del fuego que me alumbra ¿no es la que alumbra el corazón del ser amado?
La llamarada que me quema ¿no es la del fuego en que se quema sin descanso?
Aunque las leguas se interponen entre nosotros, ya no pueden separarnos.
Porque el amor que vence al tiempo no puede estar sino a cubierto del espacio.
Entre la dicha y mi existencia la diferencia que hubo ayer se va borrando.
El ser que nombro es el que, siendo, me da una vida sin dolor ni sobresalto.


Soneto unitivo


Tan unidas están nuestras cabezas
y tan atados nuestros corazones,
ya concertadas las inclinaciones
y confundidas las naturalezas,

que nuestros argumentos y razones
y nuestras alegrías y tristezas
están jugando al ajedrez con piezas
iguales en color y proporciones.

En el tablero de la vida vemos
empeñados a dos que conocemos,  
a pesar de que no diferenciamos,

en un juego amoroso que sabemos
sin ganador, porque los dos perdemos,
ni perdedor, porque los dos ganamos.


Estar enamorado


Estar enamorado, amigos, es encontrar el nombre justo de la vida.
Es dar al fin con la palabra que para hacer frente a la muerte se precisa.
Es recobrar la llave oculta que abre la cárcel en que el alma está cautiva.
Es levantarse de la tierra con una fuerza que reclama desde arriba.
Es respirar el ancho viento que por encima de la carne se respira.

Es contemplar desde la cumbre de la persona la razón de las heridas.
Es advertir en unos ojos una mirada verdadera que nos mira.
Es escuchar en una boca la propia voz profundamente repetida.
Es sorprender en unas manos ese calor de la perfecta compañía.
Es sospechar que, para siempre, la soledad de nuestra sombra está vencida.

Estar enamorado, amigos, es descubrir dónde se juntan cuerpo y alma.
Es percibir en el desierto la cristalina voz de un río que nos llama.
Es ver el mar desde la torre donde ha quedado prisionera nuestra infancia.
Es apoyar los ojos tristes en un paisaje de cigüeñas y campanas.
Es ocupar un territorio donde conviven los perfumes y las armas.
Es dar la ley a cada rosa y al mismo tiempo recibirla de su espada.
Es confundir el sentimiento con una hoguera que del pecho se levanta.
Es gobernar la luz del fuego y al mismo tiempo ser esclavo de la llama.
Es entender la pensativa conversación del corazón y la distancia.
Es encontrar el derrotero que lleva al reino de la música sin tasa.  

Estar enamorado, amigos, es adueñarse de las noches y los días.
Es olvidar entre los dedos emocionados la cabeza distraída.
Es recordar a Garcilaso cuando se siente la canción de una herrería.

Es ir leyendo lo que escriben en el espacio las primeras golondrinas.
Es ver la estrella de la tarde por la ventana de una casa campesina.
Es contemplar un tren que pasa por la montaña con las luces encendidas.
Es comprender perfectamente que no hay fronteras entre el sueño y la vigilia.
Es ignorar en qué consiste la diferencia entre la pena y la alegría.
Es escuchar a medianoche la vagabunda confesión de la llovizna.
Es divisar en las tinieblas del corazón una pequeña lucecita.

Estar enamorado, amigos, es padecer espacio y tiempo con dulzura.
Es despertarse una mañana con el secreto de las flores y las frutas.
Es libertarse de sí mismo y estar unido con las otras criaturas.
Es no saber si son ajenas o si son propias las lejanas amarguras.
Es remontar hasta la fuente las aguas turbias del torrente de la angustia.
Es compartir la luz del mundo y al mismo tiempo compartir su noche obscura.
Es asombrarse y alegrarse de que la luna todavía sea luna.
Es comprobar en cuerpo y alma que la tarea de ser hombre es menos dura.
Es empezar a decir siempre y en adelante no volver a decir nunca.
Y es además, amigos míos, estar seguro de tener las manos puras.


Soneto lejano


Bello sería el río de mi canto,
que arrastra por el mundo su corriente,
si dicho canto no naciera en cuanto
el río se separa de la fuente.

Bello sería el silencioso llanto
de la estrella en la noche de mi frente,
si dicha estrella no distara tanto
de quien le da la luz resplandeciente.

Bello sería el árbol de mi vida
si la raíz de amor lo sostuviera
sin estar alejada y escondida.

Bello sería el viento que me nombra
si la voz que me llama no estuviera
perdida en la distancia y en la sombra.


Francisco Luis Bernárdez en Sensaciones TV (sin censura)


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